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domingo, 7 de marzo de 2010

De gobiernos y terremotos: los sismos no creen en demagogia

A lo largo de nuestra historia, los terremotos han encontrado gobiernos con reflejos, pero sin muchas ideas. Repasemos cómo respondieron ante la furia de la Tierra 
elcomercio.pe  07 de marzo de 2010
Por: Juan Aurelio Arévalo
“Lo que te voy a contar nadie lo recuerda”, advierte Javier Ascue, reconocido reportero de este Diario y el primer periodista en llegar a la zona de desastre durante el terremoto del 70, en Áncash.

“La ayuda tenía que llegar al aeropuerto de Anta, a cuarenta kilómetros de Huaraz. Pero los cerros no dejaban de sacudirse por las réplicas, formaban una nube de polvo que cubría toda el área. Yo llevaba cuatro días sin comer en medio de gente desesperada. El cielo comenzó a despejarse de a pocos y lo primero que vimos fue un avión con bandera chilena que nos arrojó pollos. Esos dos pollitos que agarré me salvaron la vida”.

Suena fácil decir que los pollos chilenos llegaron más rápido que los militares peruanos, pero tendríamos que haber estado ahí para entender la situación. Ascue recuerda que a medida que iba encontrando las zonas destruidas, el Gobierno le seguía los pasos y movilizaba fuerzas de ayuda. Sin celulares o GPS, lo único que servía de guía eran los mensajes de los radioaficionados.

La primera ayuda para el devastado Huaraz llegó dos días después de aquel fatídico 31 de mayo, cuando un equipo de 34 paracaidistas descendió con alimentos y medicinas. Previamente el Gobierno había ubicado personal de rescate, helicópteros y buques de la Marina a lo largo de toda la costa norteña. Defensa Civil fue creado después de esta desgracia.

En cuarenta segundos, el movimiento telúrico de 7,8 grados cobró la vida de más de setenta mil personas. Ante esta situación, el gobierno militar creó el Comité de Reconstrucción y Rehabilitación de la Zona Afectada (Cryrza).

“El Gobierno tuvo una reacción enérgica, pero lo que puso en marcha no fue muy inteligente”, sostiene el historiador Antonio Zapata. “Cryrza era una emanación del Poder Ejecutivo, totalmente ajeno a las fuerzas locales. Efectuaron proyectos de desarrollo mal hechos y modernizaciones forzadas. Basta con viajar a la ciudad de Huaraz para darnos cuenta de que no guarda ninguna de sus características tradicionales”.

A la catástrofe de un departamento en añicos siguió la catástrofe de su reconstrucción. A pesar de que 20 años antes el Perú vivió una situación similar con el terremoto del Cusco y los resultados fueron mejores.

EL PODER LOCAL
El 21 de mayo de 1950 un terremoto de 7,7 grados en la escala de Richter mató a 250 personas y dejó destruida la ciudad del Cusco. Ante la imperiosa necesidad de iniciar las labores de reconstrucción, el gobierno de Odría asumió el reto y emitió la Ley 11551 que creaba la Junta de Reconstrucción y Fomento del Cusco. “El Gobierno instauró una corporación apoyada en fuerzas regionales a las que les dieron recursos, poderes y cierta autonomía. Pensaron que para llevar a cabo el trabajo debían confiar en la élite local y todo ello en una época en la que no existían los gobiernos regionales ni la descentralización”, comenta Zapata.

Aquel plan de desarrollo no solo buscó reconstruir la ciudad sino fomentar la industrialización del departamento. Se convirtió en precursora de futuras corporaciones departamentales, propició créditos hipotecarios a intereses bajos y logró impulsar la construcción de la hidroeléctrica de Machu Picchu y la fundación de la fábrica de fertilizantes de Cachimayo.

El mismo método fue seguido por Manuel Prado en 1958 tras un terremoto en Arequipa y por Belaunde en 1963 tras una inundación en Ica. Lo que siguió después ha sido una serie de medidas desafortunadas por parte de los distintos gobiernos que han demostrado ser tan dañinos como los propios desastres.

PROHIBIDO OLVIDAR
Esta última semana tuvo que sucederle una tragedia al vecino para que nos diéramos cuenta del peligro que tenemos en casa. Sumada a la tardía implementación de medidas de urgencia para hacer frente a los embates de la naturaleza se encuentra la desidia ciudadana ante la palabra “prevención”.

En 1996 la tierra no se cansó de advertirnos. Se registraron sismos en Japón, China, Indonesia, Ecuador, Medio Oriente y Centroamérica. Indeci realizó dos simulacros en el país. Uno en mayo y otro en octubre. La población los tomó a la broma. En noviembre un terremoto azotó Nasca y ahí se acabaron las risas.

Las muestras de apoyo y solidaridad no tardaron en llegar, pero un mes más tarde se fueron diluyendo. El MRTA tomó la residencia del embajador de Japón y la atención se trasladó a San Isidro. Lo mismo sucedió en el 2001: por la tarde un terremoto azotó Arequipa y un tsunami arrasó Camaná; pero en la noche la noticia de otro terremoto sacudía al país y desviaba la atención. Vladimiro Montesinos había sido detenido en Venezuela.

PENSANDO EN EL FUTURO
“Al recorrer Pisco parece que el terremoto fuera ayer. Hay familias que todavía viven en carpas, módulos y bajo esteras. No tienen agua potable y menos servicio de desagüe”, contó en agosto pasado a El Comercio Rosa Moyano López, integrante de uno de los comités de reconstrucción locales. A siete meses de ese testimonio, el panorama no ha variado. La reconstrucción de Pisco es una de las peores muestras de la inoperancia gubernamental.

Una inoperancia que se manifestó desde el primer momento. Empezando por el colapso de la red telefónica y ese lamentable mensaje a la nación mediante el cual el presidente dio gracias a Dios porque no se produjo una gran mortandad.

Los recuerdos de Pisco nos han vuelto a sacudir en los últimos días a raíz de la tragedia chilena. Tras un lamento que sonó a plegaria, Ronald Woodman, presidente del Instituto Geofísico del Perú, finalmente logró que el Gobierno se comprometiera a adquirir un sistema de alerta de tsunamis. 

Woodman calificó al sismo del 2007 como un “terremotito” y advirtió que deberíamos estar preparados para lo peor. A pesar del anuncio del Gobierno, también se supo que la llegada de este nuevo sistema tomaría por lo menos un año. Cuán seguros nos podremos sentir en este 2010 es incierto. Lo único claro es que la Tierra no espera la decisión de nuestros gobernantes.

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