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miércoles, 19 de agosto de 2009

¿Todavía no eres congresista? ¿Qué esperas?

Articulo de Beto Ortiz

¿Por qué para ser congresista se exige menos requisitos que para ser empleado de limpieza de los servicios higiénicos de una chicharronería de carretera?

¿Por qué no hace falta siquiera saber leer ni escribir? Esta semana, el Congreso decidió que ya no se da abasto, que le hacen falta… ¡más escaños! Y los 120 elefantes fueron a llamar 10 elefantes más para el 2011. Está claro que los peruanos los necesitamos como necesitamos más cáncer. Pero como a ellos les llega al egg lo que nosotros opinemos, 10 nuevos y afortunados galifardos pronto podrán ganar sus ricos 15,600 soles mensuales –trece veces el sueldo de un maestro– amén de mil gollerías a cambio de consagrarnos su hueveo. ¡Hey, tú! ¡Sí, tú! ¿Todavía no eres congresista? ¿Qué esperas? ¡Avívate! Estos son los requisitos:

Autor: Beto Ortiz

1. Ser un perfecto desconocido. Ojo con este primer requisito que es el más papayita de todos, candidatos: ¿Alguna vez oyeron hablar de Helvezia Balta, de Jorge Foinquinos, de Juana Huancahuari, de Olga Cribilleros o de Juan Eguren Neuenschwander? No se sientan mal, nosotros tampoco. Y todos ellos son egregios congresistas actuales en pleno ejercicio de sus acrisoladas funciones. Se los juro por Dios y por la Plata. Helvezia, who?

2. Ser un celebrity. Te ahorras un huevo de plata en publicidad electoral. ¿Quién no conoce al ponderado e imparcial Guido Lombardi, al popular “Lluvia de Millones”? ¿Alguien ignora quién es la tempestuosa doctora Sasieta, más conocida en las páginas de espectáculos como “Señora Ley”? Si eres manyadito y tu socorrida imagen no se ha terminado aún de pacharaquear, fijo que la haces beautiful. Si, por el contrario, se te pasó un poquito la mano con el maíz morado, tú tranquilo: siendo imagen corporativa de alguna transnacional podrás hacer todavía más bille.

3. Ser hijo de un celebrity. ¿Qué mejor confirmación para esta regla que ese dulce y esponjoso marshmellow al que llamamos Keiko? Ser hija de su papi la llevó al palacio legislativo con la más alta votación y podría también llevarla al otro si no hacemos algo pronto. La segunda hijita de apá del hemiciclo es, por cierto, Lucianita pero eso no importa porque a las bonitas ningún maricón se atreve a cuestionarles nada. Equivocadamente elegido como el político más guapo por las tarambanas lectoras de una revista, a Renzo Andrés Reggiardo no se le conoce mayor pergamino que ser tocayo de su teclo pero allí está. Igualmente alejado del ideal helénico de la belleza masculina, encontramos al pimpollo del Tucán, Javier Bedoya, aquel que –a decir de su señor progenitor– incurrió apenas en pecado allí donde los demás delinquimos, ¿se acuerdan? Y para la fujimorista Cecilia Chacón, la notoriedad se hereda y no se hurta: es hija y fogosísima abogada del general Walter Chacón. ¿Y tú? ¿Hijo de quién vienes a ser? Who’s your daddy?

4. Ser hermano de un celebrity. No contenta con la atención mediática dispensada a su papi, Cecilia ha cosechado también los frutos de ser la hermana de la espléndida modelo Mónica Chacón, no vale, así no hay forma de perder en las urnas. El hermanísimo Santiago Fujimori tiene, además, la ventaja adicional de ser igualito a Arberto Kenyo, sobre todo cuando se ríe. Y mi vecina, la seño Martha Moyano sabe bien que no sería absolutamente nadie sin la sombra protectora de su valiente hermana que, de estar viva, hubiera marchado, de todos modos, contra el Chino.

5. Tener un nombre que suene a celebrity. A veces ni siquiera se necesita ser pariente, basta con ser colombroño o tener, por último, un nombre que al votante le suene. Véanse, por ejemplo, las generales de ley del paparazzo y super-figu Carlos Torres Caro que suenan tan similares a las del finado Carlos Torres y Torres Lara que la gente, que no lee periódico y es tan despistada, llega a creer que se trata del mismo señor y vota nomás. Lo mismo sucede con su similar, el no menos espeluznante Gustavo Espinoza Soto –más conocido como “Loco chuponeador” o “super agente Black Berry”– quien es homónimo de un viejo congresista de Izquierda Unida, Gustavo Espinoza Montesinos. Pobre. Qué culpa tendrá.

6. Ser ex voleibolista. La guapa Cecilia Tait impuso la moda y la siguieron con gran éxito Gaby Pérez del Solar y Cenaida Uribe, diosas del pueblo que recibieron hábilmente tamaño pase de la Zurda de Oro y lo convirtieron en violento balonazo que se estrella en campo rival y punto para Perú. Ahora bien, ¿cuál es exactamente la relación entre saber “matar” con eficacia y legislar? La respuesta continúa siendo un misterio para la ciencia.

7. Ser ex algo, ex lo que sea. Haber sido algo o alguien medianamente relevante en el pasado es suficiente. Bien lo saben Alan y Madonna: lo importante en la vida es saber reinventarse. Y en la política: saber mantenerse en la movida de Jeanet. Qué mejor parlamentario que un ex alcalde, un ex ministro o un ex lo que sea: pregúntenle a Andrade, a Payasito o a Techito. A veces basta con haber sido rehén de la residencia del embajador japonés. El pueblo es grato y nunca olvida.

8. Ser dirigente de un club de fútbol o de una agrupación religiosa: La tradición la inició el indescriptible Gordo Gonzales y fue continuada por uno al que le dicen José Mallqui, opaco dirigente de la FPF que saltó a las primeras planas gracias a la ruin insinuación de que Paolo Guerrero pateaba con los dos pies. Canalla. No se juega así con las expectativas de la gente. Mas si no se tiene interés en el balompié, también resulta de enorme utilidad ser un líder religioso como Isaac Mekler, distinguida personalidad del judaísmo nativo o, sin ir más lejos, como David Perry, el pastor evangélico cuya promesa electoral fue amenazar con convertirnos a todos en heterosexuales. Horror.

9. Querer ser, en realidad, ministro o vicepresidente. Allí están Cabanillas, Nidia Vílchez, el almirante Giampietri, Lourdes Mendoza, (¿ella no te suena?). Eso es a lo que yo llamo visión de futuro. Fujimori hizo la misma jugada en el noventa. Postuló a la presidencia pero, como estaba convencido de que perdería, postuló también al Senado, por si las moscas No te confíes en que te nombrarán ministro, compadre. ¿Y si tu candidato no la hace? Hay que aprender a asegurarse, jugadores. ¡A más envolturas, más posibilidades de ganar!

10. Lucir un traje típico. Hoy tan desaparecida del mapa como su inventora la Karp, Paulina Arpasi hizo historia al convertir el sombrerito puneño en demoledora arma política. No menos meritorio es el legado del ilustre hijo dilecto de Catacaos, don Humberto “El Charro” Requena quien con sus bigotazos a lo Bolognesi, su jipi japa pañuelo y su poncho blanco de lino se supo hacer de su rico escaño sin saber ni qué, ni cómo ni por qué. Me abstengo de emitir juicios de valor en torno al majestuoso atuendo de las actuales mamachas fashion Supa y Sumire puesto que en la feria de Chinchero me acabo de comprar un chullo que es tan bonito, pero tan bonito que prácticamente me obliga a candidatear.

11. Saber saludar. Buena parte del arduo, indesmayable trabajo de un congresista consiste en someter al debate del pleno las más diversas, colorinescas y hasta insólitas mociones de saludo. Así, por ejemplo, la parlamentaria María Lourdes Pía Luisa Alcorta Suero –que tiene cuatro nombres a falta de uno– sustentó la semana pasada una moción en la que proponía al pleno saludar a su regio colegio, el Sophianum, al celebrarse el centésimo aniversario de su fundación. No menos inspirado, el representante amazonense José Maslucán planteó la urgente necesidad de saludar a los pilotos peruanos, don Nicolás Fuchs y don Juan Cillóniz, por haber obtenido el séptimo puesto (¡¡séptimo!!) en el Mundial de Rally. Pero hay otras mociones que, aunque menos recientes, son igualmente dignas de especial mención por su enorme trascendencia para el país: el congresista Alejandro Aguinaga planteó saludar al doctor Alberto Cazorla por su ejemplar vida personal y profesional. Daniel Abugattas instó al hemiciclo a saludar al Deportivo Municipal, por haber logrado el ascenso a la primera división. Y el ancashino Fredy Otárola exigió al pleno saludar a Ollanta Humala Tasso, al conmemorarse el 29 de octubre el aniversario de los luctuosos sucesos de Locumba, porque “contribuyeron con la instauración del Gobierno de Transición Demócrática”. Se refería, claro, a aquella cobarde matanza de policías que todos recordamos.

12. Saber cagarla, (esto es esencial) Cien parlamentarios han decidido por unanimidad aumentarse en número con el chistosísimo pretexto de que “las demás provincias de Lima no tienen representantes.” Jo, jo. Díganme una cosita: ¿De qué le sirve a la provincia que salga electo su representante si luego este se va a olvidar de sus orígenes más rápido que la novia de Manco? A ver: ¿qué ha ganado Huancavelica llevando a Miró Ruiz al parlamento? Lima ha perdido un perro, ya se sabe, pero Huancavelica, ¿qué ha ganado? ¿Disminuyeron los niveles de desempleo en el departamento de Puno luego de que su representante Margarita Sucari se embolsicó buena parte del sueldo de sus trabajadores? ¿Y el nivel educativo de Huánuco, digo, ha experimentado alguna mejora gracias al ejemplo de la prodigiosa ortografía de Karina Beteta? ¿Ha aumentado la ingesta promedio de proteínas entre la infancia de Áncash gracias a las toneladas de pollo a la brasa que el congresista José Anaya pagó con nuestra plata? ¿Cuánto ha progresado La Libertad desde que Tula Benítez fue electa congresista? ¿Eran todos sus empleados fantasmas, 100% trujillanos? ¿Y quién asesorará ahora la Canchaya en las duras tareas del hogar? ¿Y qué será de la hermosa vida de la agraciada señorita Ku, aquella célebre preparadora física del insigne Walter Menchola? ¿Y los miles de niños y niñas de Ica, Pisco y Chincha: ¿estarán completamente seguros de que el congresista Edwin Núñez no es también su papá?
Diez más de estos nomás te pedimos, Cristo Moreno. Por lo que Dios más quiera. Mándanos diez más.

Padre, Papá y Papi

Aquel respeto que inspiraba padre, con papá se transformó en confiancita y se ha vuelto franco abuso con papi.

Por DANIEL SAMPER

Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como si no fuera dictamen de Dios sino reglamento de la Federación de Fútbol. Imperaban normas estrictas de educación: nadie se sentaba a la mesa antes que el padre; nadie hablaba sin permiso del padre; nadie se levantaba si el padre no se había levantado; nadie repetía almuerzo, porque el padre solía dar buena cuenta de las bandejas: por algo era el padre...

La madre ha constituido siempre el eje sentimental de la casa, pero el padre era la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba al novio, volvía a vestir falda larga y se metía de monja. A una orden suya, los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.

- Padre: ¿quiere usted que cargue las piedras en el carro y le dé de beber al buey?

¡Qué berraquera era el padre!

Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en el papá. El mero sustantivo era una derrota. Padre es palabra sólida, rocosa; papá es apelativo para oso de felpa o perro faldero. Demasiada confiancita. Además -segunda derrota- "papá" es una invitación al infame tuteo. Con el uso de "papá" el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el padre era el padre:

- ¡Pero, papá, me parece el colmo que no me prestes el carro....!

A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle de una bofetada el cigarrillo y media jeta, como hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos empezaron a llevar amigos a casa y a organizar bailoteos y bebetas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban:

- Bueno, tranquiliza saber que están tomándose unos traguitos en casa y no en quién-sabe-dónde.

El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo. Los hijos empezaron a comer en la sala mirando el televisor, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa. Y a coger el teléfono sin permiso, y a sustraer billetes de la cartera de papá, y a usar sus mejores camisas. La hija, a salir con pretendientes sin chaperón y a exigirle al papá que no hiciera mala cara al insoportable novio y en vez de "señor González", como habría hecho el padre, lo llamara "Tato".

Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero bastante maltrecha. Nada comparable a la figura procera del padre. Era, en fin, un tipo querido, de lavar y planchar, a quien acudir en busca de consejo o plata prestada.

Y entonces vino papi.

Papi es invento reciente, de los últimos 20 o 30 años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta o se le solicita, sino que se le notifica.

- Papi, me llevo el carro, dame para gasolina...

A papi lo sacan de todo. Le ordenan que se vaya a cine con mami cuando los niños tienen fiesta y que entren en silencio por la puerta de atrás. Tiene prohibido preguntar a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo en la cocina. A papi le quitan todo: la tarjeta de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la rasuradora eléctrica, el computador, las llaves....

Lo tutean, pero siempre en plan de regaño:

- Tú sí eres la embarrada, ¿no papi?

- ¡Papi, no me vuelvas a llamar "chiquita" delante de Jonathan

Aquel respeto que inspiraba padre, con papá se transformó en confiancita y se ha vuelto franco abuso con papi:

- Oye, papi, me estás dejando acabar el whisky, marica...

No sé qué seguirá de papi hacia abajo. Supongo que la esclavitud o el destierro. Yo estoy aterrado porque, después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de hijos, mis nietas han empezado a llamarme "bebé".