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sábado, 12 de septiembre de 2009

Gastronomía y amarga verdad


Es bueno comentar la verdad aunque nos duela, pero la lucha que tenemos que afrontar es mucho mas grave que la lucha en el Vrae, en el Vrae solo hay medio millar de mercenarios bien armados, pagados por los Carteles de la mafia, en nuestra lucha hay millones de pobres y hambrientos ciudadanos, atrapados por batallones sectarios, sin opción a razonar, apoyados por los programas sociales que manejan nuestros gobernantes. Estoy seguro, que de donde se mire, se dirá, que no tenemos porque estar así, es necesario liberar al pueblo de los grilletes que les aprisionan, para tener gobernantes con calidad de estadísta.
¡Viva el Perú carajo!

Por Américo Rodríguez Osorio
¿Una directa, verdad?

Definitivamente, a muchos les llena de orgullo el articulo publicado por el chileno Cesar Fredes en el diario La Nación de Chile, que con mucha sutileza levanta el ego peruano y nos dice con entibiadas palabras, pero muy directamente, que tenemos una de las mejores gastronomías del mundo, pero que somos un país de pobres, que por centurias hemos vivido pobres, que ser pobres es nuestra costumbre y nuestra vida, y que el fulgor de Imperio Inca, fue un espejismo para suerte de los peruanos, que consecuentemente nuestra pobreza ha obligado a nuestros pueblos, a utilizar las distintas yerbas que encontramos en nuestras comarcas para cambiar el sabor insípido del trigor norteamericano, para que en algo se asemeje a un churrasco o manjar. Además nos dice, que desde el Imperio Inca tuvimos el mismo tiempo que tenemos ahora para el ocio, es que siempre también fuimos y somos un país de ociosos, pero que este ocio ha sido un ocio fructífero que nos ha permitido tener una excelente cocina y que seguimos avanzando y desarrollando en el mundo esta pasión y potencial peruano, gracias al tiempo y ocio excesivo que disponemos, en esta forma, además de decirnos que nada podemos extrañar ni padecer, porque como pobres y ociosos, estamos acostumbrados a vivir así; pudo habernos dicho también, que nuestros recursos naturales no nos importan y por eso están en venta, lógicamente que como ociosos de nada nos sirve, igual, que totalmente somos un pueblo joven y por eso tenemos los gobernantes y autoridades que nos merecemos.
¿Somos los mejores en Sudamérica?
En contraste, el Presidente de la Nación nos dice, que somos un país que no le afecta la crisis, que tenemos reservas suficientes hasta para donar, que al Perú le chorrea el dinero, que los sacrificados e inteligentes esfuerzos del gobierno están eliminando el desempleo y el hambre, que nos estamos insertando en el comercio mundial, que somos el país estratégico del mundo, que el analfabetismo ya desaparece junto con la incultura, ¡ya no ya!, que tenemos la suerte de tener este gobierno recontra eficiente, por eso tendremos una avalancha de capitales, que el enfrentamiento con el pueblo son minúsculos errores políticos provocados por los perros...del hortelano, que es una calumnia decir que hay hambre en la patria, porque a los comedores populares que van aumentando, se les atiende puntual y diariamente con trigor, que la producción agropecuaria es suficiente y va creciendo con productos de exportación, que vivimos en el país de las maravillas, se los juro por los 40 de los míos y no de Ali Baba, ni de Fujimori , que tenemos gas, petróleo y minas para vender, con esta venta esta asegurado la electrificación y agua para todos los pueblos jóvenes de Lima Metropolitana y Callao, porque los pueblos del interior están acostumbrados a aguantar, que esto no es una jugada política sino la obligación de gobernante, porque este genio no es solo para beneficiar a todos los peruanos, sino también al mundo entero, igual nos dice que no cae ni es gordo, después nos dirá que Fujimori es inocente, luego chao me voy, me encanta Paris.
¿La verdad, del chileno o del Presidente peruano?
¡Esta por demás comentar quien dice la verdad!, aunque tenga sabor amargo, seria como negar la existencia de Machu Picchu, sin embargo es agradable saber que la gastronomía peruana es apreciada por propios y extraños, pero también es necesario reconocer que la gastronomía peruana no es solo producto de la cocina ancestral e hispánica, sino también es resultado de la mixtura de los potajes y sabores traídos por los inmigrantes de diferentes nacionalidades, que en nuestra tierra aprendieron a utilizar las yerbas y menjunjes de nuestra cocina ancestral, así como también se hizo la mixtura de las sangres, por eso tenemos Eurocholos y Grindios; de la misma manera también nuestros pueblos tomaron el estilo y formas de la inmigración para enriquecer la comida tradicional y darle un toque diferente de exquisitez, adaptándola a nuestro estilo e ingredientes y es la que gusta en particular casi a todo visitante.
¿Orgullo, como para gritar ¡Viva el Perú carajo!?
Alguien me escribió adjuntando y señalando que sobre el articulo chileno, encajaba exclamar ¡Viva el Perú carajo!, claro, no faltaba mas, orgullosos debemos estar de ser pobres pero excelentes cocineros, no importa quien ni como nos gobiernen, no interesa la cultura ni el trabajo, no importa la limpieza, el orden ni el respeto, tampoco la delincuencia y la mugre, para que preocuparnos del futuro, si sabemos que nuestros hijos van a comer rico, aunque sea trigor norteamericano. Es que estamos sumergidos en nuestro pequeño mundo, que en si es una cocina, en la que nos vemos obligados a utilizar, las yerbas y menjunjes saborizantes de nuestros trabajos, para sentirnos importantes, abstrayéndonos de la realidad e imaginando que somos los mas, mas, en el pueblo, el barrio o la comarca y acariciando secretamente ser congresista, como buenos hijos de la patria y si llegas a ser congresista te olvidas de donde viniste, porque vivir en Choliwood es lo máximo, por eso de algo tenemos que estar orgullosos, para olvidar nuestra parálisis y desgracia, solo así podemos darnos animo y gritar, claro que si ¡Viva la cocina!, ¡Viva el Perú carajo!.
¿Por qué Chile y nosotros no?
Refiriéndonos al desarrollo y bienestar de nuestros pueblos, debemos preocuparnos por su rumbo y como escribió el escritor chileno refiriéndose a la cocina peruana, ¡Porque los peruanos si y los chilenos no!, nosotros refiriéndonos al desarrollo y bienestar de nuestros pueblos debemos decir, ¡Porque los chilenos si y los peruanos no!, acaso esto es un imposible, existiendo para los peruanos, tantos recursos naturales como yerbas para la cocina, lo que Chile no tiene. Es que definitivamente, algo anda mal para los peruanos, y ese mal por donde lo busques te lleva a encontrar al responsable, que no es una persona sino una situación, como que todos los caminos conducen a Roma, ese mal es, el sistema de gobierno centralista, que como es, nos obliga a creer a la fuerza, que los pueblos no somos capaces de gobernarnos, por eso no hay seguridad ciudadana, sino una única fuerza de represión, aunque tengas la razón; porque somos un pueblo ignorante, que nuestros recursos, solo el poder central lo pueden manejar, por eso estamos obligados a mantenernos en la pobreza, el ocio, la ignorancia, y no reclamar, porque si lo haces eres terrorista, estamos obligados a callar el hambre y la miseria, a cerrar los ojos y voltear, aceptando que nuestros pueblos vivan de dadivas, olvidándose de trabajar, a mirar como abandonan su terruño para sobrevivir entre esteras, hasta formar un pueblo joven, y verles condenados a vegetar comiendo en un comedor popular a base de trigor, a permanecer avasallados y conformistas, a ser utilizados electoralmente por su hambre, su pobreza, sus necesidades y su ignorancia, es por este sistema centralista que ¿los peruanos no?, esforcémonos en lograr la descentralización real para decir ¡los peruanos sí!.
¿Amor a la patria?
Los jóvenes se preguntaran ¿Que es eso?, ¿Qué es patria?, y la mayoría de adultos tampoco podrán responder, porque nunca se atrevieron a enrolarse en el ejercito, como pocos lo hicimos en calidad de voluntarios, cuando el servicio militar era obligatorio, cuando se vivía en permanente tensión velica con Ecuador y Chile; que pueden comentar de la patria, si en el colegio solo aprendieron a cantar la primera estrofa del himno nacional, “la del peruano oprimido” que se les ha grabado tanto que aceptan y prefieren seguir igual. En la escuela no les enseñaron lo que dijo Bolognesi, a la patria hay que defenderla hasta quemar el ultimo cartucho, a la patria no hay que venderla. Sobre esto, otro chileno escribió, Chile no tiene porque guerrear con Perú, no tiene porque conquistar nuevos territorios, porque lo que queremos de Perú, simplemente lo compramos; claro el Perú esta en venta, de eso se encargan los gobernantes y los llamados padres de la patria o los cortesanos de palacio. Y nuestras casas, nuestra tierra, nuestra agua y nuestro cielo, también están en venta, esta es nuestra patria chica, ¡defendámosla! de los mercenarios, somos capaces, ¡gobernémonos!.
¿Tenemos sangre peruana?
En Choliwood, mas conocido como Lima Metropolitana y Callao, parece que no hay sangre peruana, solo viven artistas de diferentes nacionalidades que están en escena, por donde quiera que converses te dicen, que por sus venas corre sangre europea y que por culpa de su ama o apa, que se descuidaron, les pusieron Mamani, Rurush o Zumba, pero que les corresponde reclamar hermosas propiedades y una industria pujante en la tierra de sus ancestros, como Fujimori, que en Japón no lo quieren por ladrón, claro seria bueno que reclame una celda. Estos paisanos Eurocholos son también auténticos Grindios, definitivamente tienen sangre azul, y como no tienen sangre peruana no tienen nada que defender en esta patria, solo están para aprovechar todo lo que se puede y a como de lugar, porque esta no es su patria, porque como empresarios multinacionales, solo están de paso, y que los negocios lo hacen directamente con el dueño, porque esta patria pertenece a los gobernantes y avivatos, que la han puesto en venta con todos los habitantes y nosotros bien gracias, ¿Por qué?, porque no amamos ni defendemos la patria, empecemos defendiendo nuestra patria chica y todas las cosas buenas que hay en ella.
¡Viva el Perú carajo!
Esta exclamación, se utilizo en los últimos años de la década del 60, en los enfrentamientos futbolísticos mayormente con Chile, por la rivalidad histórica que tenemos y porque hasta esos años el Sol peruano valía su peso en oro y era estable y porque teníamos las mejores fuerzas armadas de Sudamérica, con la que llegamos a los 100 años del tratado con Chile, pero la cobardía y la traición disfrazada de cultura y cordura democrática pudo mas. Pero esta exclamación, ¡Viva el Perú carajo! es una exclamación de protesta para nosotros mismos, es un llamado a la sangre, por no poner a la patria entera y a nuestra patria chica en el carajo de la nave del desarrollo, por no ubicar a la patria en lo mas alto de nuestros sentimientos donde se encuentra el carajo de nuestras vidas, por dejarnos pisotear por los vende patria, por permitir que nuestros pueblos acepten sus consignas por un plato de trigor con sabor a churrasco, (que cada ves que los veo me dan mas asco), por no ubicarnos sobre el carajo de la nave de la patria y advertir de los escollos y peligros en su rumbo, por no ubicarnos en el carajo y orientar al pueblo para tener por gobernante un verdadero estadista, por no estar en el carajo y gritar dejemos de criar gallinas, aunque estas son buenas para la cocina, pero no para evitar que se venda la patria, por no ubicarnos en el carajo y señalar al timonel el rumbo que lleve a las nuevas generaciones a un destino mejor, para proteger a aquellas generaciones que todavía están por venir, ¡Viva el Perú carajo! es el llamado.
¡Viva Huaraz!
¡Viva Ancash!
¡Viva el Perú carajo!
El Perú por Jorge “Cumpa”Donayre
¡ Viva el Perú Carajo !
Bueno, ha llegado el momento,
el momento esperado siglo y medio,
para que desde la antigua vasija de mi canto
extraiga este grito de barro estremecido.
¡Viva el Perú Carajo!
Vivan las espumosas olas,
sobre las que llegó la historia de Dios
en totoras y velas desafiantes.
El océano largo y submarino
de infinitos, profundos habitantes.
El voluptuoso cetáceo, las gaviotas,
las algas, el bonito y el humilde guanay
que ha digerido a millones de libras esterlinas.
Este es mi mar, mis islas, mis arenas,
mis remos, mis atardeceres y mis redes.
¡Viva el Perú Carajo!
Viva este monumento de piedras
levantado sobre cimas de la eternidad
donde el tiempo no se atreve a morir.
Viva esta huaca donde anduvo
la raza de los viejos abuelos,
abuelos a la vez de 8 millones de serranos,
que quedan allá arriba, prendidos de las cumbres;
y aquí abajo, servidumbre barata
de las casas de Lima, mozos del mayorista,
ebrias, turbias postergadas gentes de las barriadas,
emolienteros, vendedores de frutas, carretilleros,
público sudoroso de los coliseos,
chimpunes, driles y camisas de mugre.
¡Viva el Perú Carajo!
Este río es peruano,
y es su cuna, una huraña fuente
enclavada en la cumbre
que vacía y llena el hechizo del cielo,
gota a gota o en tempestuosas lluvias.
Viene en su lecho con limos y polvos minerales,
sembrando valles, preñando y alumbrado,
padre y madre a la vez,
la vida del hombre y de las plantas,
los animales, las aves y los peces.
Indios, mariposas,
cholos, blancos, negros, leche, rosas,
todo, todo lo siembra el río,
que baja desde la nube con fuerza creadora.
¡Viva el Perú Carajo!
Viva esta selva sembrada por el propio Señor,
una fresca mañana cuando pasó el diluvio,
el día que sus dedos,
moldearon su mejor creación sobre el planeta.
Aquí la fuerza desata un huracán de lluvias y de orquídeas,
llanuras de verdor cubren la tierra
donde se enroscan ríos y serpientes.
Vuelan los guacamayos, parlotean los monos trapecistas
mientras, río arriba surca una canoa
en la que van amándose Carlos Rumiche y su María,
seguros de que el río ha de traerles
junto a la cesta de peces, el hijo prometido.
Viva el hombre peruano,
al que no espanta la dura geografía
que Dios nos entregó como instrumento.
Sobre las conmociones cataclísmicas
que agitan los cimientos de los mares y la tierra
sembramos, desafiando terremotos, nuevas ciudades,
nuevas casas, las riegan las lágrimas transidas de las viejas,
de los huérfanos niños, de los hombres.
Nosotros somos súbditos del temblor y el terremoto.
¡Viva el Perú Carajo!
También al huayco, a las inundaciones, las sequías,
le sabemos sus caras de miseria.
Sus derrumbes, sus vértigos de sangre,
les conocemos desde viejas edades.
Y para todas esas camaradas desdichas,
hay un Pedro Quispe y una Juana Flores,
que a fuerza, de coraje, de sudor, de esperanza,
han atrapado un rayo enfurecido entre sus manos
y lo han hecho una estera de amor, un duro adobe,
ladrillo rojo, una vivienda rústica, una torre;
el perfil majestuoso de una iglesia,
un pueblo, una ciudad y una costa
o una sierra de continuadas urbes
que se levantan y caen sin miedo a nada.
¡Viva el Perú Carajo!
Para Sucche, comunero,
es este canto, este fuerte carajo estremecido
para sus caminos vecinales y su escuelita de tejas,
donde el hijo aprenderá qué es el Perú.
Vivan los artesanos, los mineros,
los duros labradores que no moran en Lima
y han hecho de la Luna,
un lamparín de esquivo kerosene,
encendido en el techo de los cielos.
Viva el hombre de chullo que solo come charqui
y bebe jarros de chicha, repletos de tristeza.
Viva su poncho rojo, sus cansadas ojotas,
su lánguido charango, las ubres de sus cabras;
el seno prieto y duro de sus cholas,
su leche tibia, llena de amor y vida.
¡Viva el Perú Carajo!
Para Aurelio Celada, caporal de la hacienda costeña,
es este canto de carbón y de uva negra,
como el mejor color de su pellejo.
Para el duro trajín que le reclama músculos de antracita,
firmes muslos para sus grilletes vencidos,
sus leyendas de arcángeles zambos, guitarristas,
marcadores de puntas, centro forward, soldadores de gallos,
cinturas de alcatraz y cajonero.
¡Viva el Perú Carajo!
Para tirar un carajo por mí patria,
le he pedido prestada su cristina de dril a mi hijo Alberto
y en la hebra de luz de un blanco cabello
de mi finada madre, lanzo el sonoro grito
que me nace de las venas,
con estruendo de vida,
clarinada del alba al cielo puro.
Para tirar un carajo por mí patria,
he levantado en sedición a las palomas,
garras de cóndor son ahora sus patas,
otrora delicado pistilo hoy convertido en lanza.
Este niño que toca una corneta en los desfiles de julio,
es Juan Mariño, es hijo de la estera,
del barro y de la caña brava.
Es Juan Mariño, hijo de la barriada,
sobrino del triciclo, primo del
anticucho.
Sobre el lomo del cerro tirita fríos, tiene hambre,
en las manos y en las tripas
y aunque él solo es dueño de su uniforme comando,
es Juan Mariño, el que toca una corneta
en los desfiles de julio.
Para tirar un carajo por mí patria,
préstame Juan Mariño la trompeta,
tu trompeta de bronce retumbante,
quiero lanzarle al mundo
un coro de trompetas.
¡Viva el Perú Carajo!
Oh río huraño. Oh seca pampa,
Oh larga costa, Oh Huascarán, Huandoy, nieves eternas.
Oh tranquilo molusco, cactus, piedra, Qencco,
Sacsayhuamán, Chavín, piedra de siglos.
Oh poncho, lampa, flecha, quena, choclo, nube, gaviota,
prestadme vuestras voces de siglos
para inundar de amor todo el paisaje.
¡Viva el Perú Carajo!
Amo esta dura arcilla,
amo este crisantemo
y sigo enamorado del olor del romero.
Porque estas cosas viejas, conciertos de canarios,
cuadernos de dibujo, helechos y retratos esfumados
no conduelen mi vida, sino al contrario,
alientan las sudadas camisas de mi paso
y en la beligerancia de todas las batallas
afirman este grito:
¡Viva el Perú Carajo!
¡Viva el Perú!, mi patria,
y sobre todo este rectángulo
que es mi única propiedad sobre la tierra,
donde los huesos de mi madre
dicen aun sus rezos preferidos,
sus preocupaciones.
¡Viva el Perú!, mi patria, la de mi hijo,
de mis amigos buenos, la mujer que me ama,
mi provincia, mí derruida casa.
Y cuando los diarios digan:
el Perú perdió en fútbol,
el Perú país pobre,
vino otro terremoto,
se secaron los ríos,
se enlodan los políticos,
bajó el sol, se perdió la cosecha,
repicaremos desde el fondo de los huesos,
el grito poderoso de los hombres de esta tierra,
cargada de coraje y de optimismo para decir,
como si arrojáramos balas:
¡Viva el Perú Carajo!... ¡Viva el Perú Carajo!
¡Viva el Perú Carajo!... ¡Viva el Perú Carajo!
¡Viva el Perú Caaaraaaaaaaaajoo!

EL GRITO PÉTREO DE LA CÚPULA


Se suele decir que cada época interpreta una misma imagen de manera distinta. De acuerdo a esta afirmación debemos convenir que esta fotografía de la cúpula de la catedral de Huaraz, captada en un momento de su demolición, nos obliga a hacer una nueva interpretación del lado más doloroso de la tragedia colectiva que nos tocó vivir a los huaracinos el 31 de mayo del aciago año de 1970.
Tristísima y al mismo tiempo indignante la imagen de la cúpula abatida, medio hundida en la polvorienta pampa en que fue convertida la ciudad. Pero es también la imagen de la resistencia, del grito mudo emergiendo de la piedra milenaria como dirigiéndose a sus verdugos: “A pesar de todo no van a lograr derrotarme…”. Los militares verdugos, rearmados con sus mil sin razones y sabiéndose amparados por la impunidad, regresaron en la oscuridad de la noche para liquidar el último vestigio de la catedral en un auténtico crimen cultural-religioso.
Tal vez en aquellos días la escena no fuera para la población tan dolorosa a causa del generalizado estado de shock en que se hallaba con tanta tragedia y muerte a su alrededor, pero hoy la fuerza de esa imagen derrotada nos golpea en el punto más sensible de nuestra memoria colectiva.
Imagen dolorosa por tratarse de un emblemático símbolo de tradición e historia, además de su hondo significado religioso. A Huaraz se le mutiló el pasado al dinamitar su catedral; y lo más grave, se le privó de su principal símbolo de identidad y cohesión social.
No es posible hallar razones para responder al por qué de tal ensañamiento. Había perdido sus dos torres por efecto del cataclismo, pero según testigos la nave en sí y la cúpula quedaron apenas dañadas, y ambas, una vez restauradas, habrían podido preservarse como metáfora de la pervivencia humana en este entorno de belleza y peligro que es el Callejón de Huaylas. El falaz argumento de que ni siquiera estaba terminada es irrelevante, pues hay en el mundo numerosos ejemplos de catedrales que tardaron siglos en concluirse.
A la destrucción venida de las fuerzas de la Naturaleza, se añadió la destrucción venida de la mano de los militares golpistas que entonces ostentaban el poder absoluto en el país. “Nos están ‘terremoteando’ por segunda vez”, se decían con humor negro los huaracinos sobrevivientes cuando las palas mecánicas lo arrasaban todo en la llamada remoción de escombros.
El Gobierno había pagado 11 millones de soles (250 mil dólares de la época) a empresas contratistas para que se encargaran del desescombro por metros cúbicos, y esa fue la razón por la cual los contratistas eran renuentes a permitir salvar un muro, una viga, un ladrillo. Sólo se dejaron en pie unos pocos inmuebles no muy afectados por la valerosa oposición de sus propietarios.
Llegaron a la ciudad herida funcionarios militares y civiles en principio para prestar auxilio y poner orden al caos surgido tras la catástrofe, pero repletos de prejuicios e hinchados de soberbia. Adoptaron desdeñosas actitudes de desprecio ante cualquier opinión venida de los que habían sobrevivido a la más terrible catástrofe natural de que tenía noticia el mundo en los últimos siglos. Se comportaron como nuevos amos e iban a llevar a cabo su propio proyecto de reconstrucción cuyo resultado podemos ver hoy, una ciudad caótica, llena de carencias de todo tipo y con el más absurdo trazado urbano del mundo.
Para el Gobierno Militar Revolucionario, representado en Huaraz en la etapa inicial por CRYRZA (Comisión para la Reconstrucción y Rehabilitación de la Zona Afectada), los damnificados eran una masa de herméticos y desconfiados serranos a quienes no había por qué consultar nada. No entenderían que de aquellos escombros emergería la edificación de la nueva sociedad igualitaria que el gobierno militar quería para el país entero. Y el terremoto les brindó en bandeja la oportunidad de llevar a cabo ese sueño loco, y el valle destruido se convirtió en su banco de pruebas. Paralela a la aplicación de la Reforma Agraria que cambió el rostro del Perú para siempre, en Huaraz anularon todos los títulos de propiedad urbana inconstitucionalmente. ¿Cómo recurrir contra esa medida inconstitucional si el Gobierno Militar Revolucionario en sí mismo era inconstitucional?
Y en la construcción de la nueva sociedad igualitaria, ¿qué tenía que ver la catedral? ¿Era preciso destruirla? Se sabe que uno de los militares de alto rango de CRYRZA, de apellido Weston, e irónicamente originario de Huaraz, fue quien recibió órdenes de sus superiores para llevar a cabo su voladura, y ésta se hizo con alevosía, nocturnidad y ventaja. Por desgracia jamás se podrá conocer las razones que impulsaron a la jefatura de esa institución para embarcarse en tan descabellada acción
El sueño de la instauración de una nueva sociedad ni comunista ni capitalista proyectado por el Gobierno Militar Revolucionario finalmente quedaría devorado por sus propias contradicciones, y como la Historia lo registra, en un callejón sin salida. En Huaraz heredamos parte de ese irrisorio sueño roto y cuyas consecuencias sufrimos en la actualidad en forma de infinidad de cosas que quedaron a medio hacer.
Toda esta larga reflexión es un intento por recordar el pasado inmediato de la ciudad de Huaraz, una oportunidad para poner en antecedentes a sus nuevos moradores venidos de todas partes del país y poder enfrentar con argumentos cualquier otro intento megalómano en el futuro de parte de autoridades con mentes fuera de la realidad, o centradas en sus propios y particulares intereses.
Y tal parece que estamos ante una amenaza de la misma catadura. Se trata del proyecto de construcción de un nuevo hospital en la ciudad, para lo cual su promotor, el Gobierno Regional, incluye la insoslayable demolición del actual Hospital Víctor Ramos Guardia. Este hospital fue uno de los pocos edificios que resistieron relativamente bien el embate destructor del terremoto de 1970, y salvó innumerables vidas aquel domingo 31 de mayo gracias a que era un hospital nuevo y bien equipado para la época. Allí se batieron hasta límites heroicos el doctor Víctor Ramos Guardia y su diezmado equipo de auxiliares para curar a la ingente cantidad de heridos que durante días no cesaron de llegar, y para rescatar de la desesperación a centenares de hombres y mujeres que acudían al hospital en búsqueda de hijos, padres, hermanos, o amigos.
“Aunque el edificio se venga abajo no me iré de aquí”, gritaba el doctor Ramos Guardia por los pasillos para que lo oyeran los heridos y para darse ánimo él mismo. En aquellos fatídicos días este médico humanista no abandonaría el hospital porque sabía que psicológicamente su presencia ayudaba a soportar el pavor que en los sobrevivientes provocaban las réplicas. Se obligó a permanecer en el lugar donde su deber le imponía estar y casi al borde de la extenuación física total, sin alimentos, sin casi dormir, y con todas las carencias imaginables en una tragedia de dimensión descomunal. “Si nos quedamos sin agua estamos perdidos”, se le oyó decir al verificar que las cañerías del hospital habían reventado. Y tuvo la entereza de enviar a voluntarios para excavar los antiguos puquios y evitar así una epidemia que habría desencadenado una tragedia aún mayor.
Este hospital que lleva su nombre es por eso un símbolo del destino trágico de la ciudad de Huaraz, que solo en el siglo XX ha sobrevivido a dos grandes desastres naturales. Su arquitectura forma parte de esa memoria y no existe ninguna razón para proceder a su demolición, y menos que se haga en aras de un concepto errado de progreso y modernidad. Proyecto que se ha puesto en marcha subrepticiamente y no habiendo sido expuesto a la opinión de la ciudadanía no se sabe por qué ocultas razones. Esta es una duda que el Presidente Regional está obligado a despejar en beneficio de su propia reputación y porque lo demanda la población haciendo uso de un derecho legítimo dentro de una democracia representativa.
Nadie puede negar que Huaraz necesita un nuevo hospital. Nadie puede oponerse a esa evidente demanda. Pero debe ser construido en otro lugar y en un emplazamiento mayor que dé cabida a instalaciones dotadas de equipamiento moderno para afrontar la atención sanitaria que solicita la alta densidad demográfica actual. El Hospital Víctor Ramos Guardia, creado para una población de no más de 30 mil habitantes, ha quedado desde luego superado por la realidad de una población que sextuplica fácilmente esa cifra. El edificio del actual Hospital Ramos Guardia debe ser liberado de esta carga y se debe proceder a su remodelación inmediata y ser dedicado en exclusiva a alguna rama especializada, como por ejemplo la atención materno-infantil, u otra cualquiera.
Seamos serios por una vez. Nuestra realidad económica no está para dispendios absurdos, no somos un país rico, y aunque lo fuéramos, se impone la sensatez y el buen gobierno. Los edificios no son solo materia inerte y fría; son patrimonio arquitectónico y parte de la memoria histórica de una ciudad, herencia inalienable de quienes nos antecedieron. En ninguna ciudad, en ningún país se destruyeran edificios con historia cada vez que se necesita uno más grande y moderno, y menos cuando existe la inobjetable opción de remodelarlos.
Además, siembra alarma que la autoridad regional embarcada en el proyecto pretenda dejar a la ciudad sin hospital durante el tiempo que dure la construcción del nuevo edificio. Cualquier proyecto en principio toma más años de los previstos, forma parte de nuestra idiosincrasia, son así las cosas en la práctica. Los proyectos empiezan pero jamás se terminan en los plazos acordados. Los ejemplos están a la vista.
El Gobierno Regional ha hecho saber que no se interrumpirá la atención sanitaria y que ésta proseguirá en unos módulos de campaña con equipamiento adecuado para continuar los servicios que presta el Hospital Ramos Guardia. Si este hospital no da ya abasto, menos lo darán los módulos en estado de provisionalidad. Esta decisión constituye una enorme grosería, y por ende inaceptable por personas con mínima sensatez.
No debiera ser necesario recordar que el mundo entero se halla bajo la amenaza de la pandemia de la llamada Nueva Gripe A, extendida por el virus A1N1. Se va a poner en peligro la vida de miles de personas al ignorar de manera consciente los protocolos dictados por la Organización Mundial de la Salud, cuyas recomendaciones están dirigidas a todos los países para que mantengan en alerta los hospitales, con salas especiales destinadas a las personas infectadas con el fin de aislar el contagio. Tampoco se ha tenido en cuenta que estamos a las puertas de la temporada de lluvias, lo que significa que la población urbana y la población rural estarán aún más vulnerables.
Ante este despropósito no vale encerrarnos a rumiar nuestra indignación en privado, ni el aspaviento de despotricar entre amigos en contra de este descabellado proyecto. Hay que ponerse en marcha de manera práctica y desterrar para siempre la nefasta tradición enquistada en nuestras autoridades políticas al frente de las instituciones, el ordeno y mando, la ocultación de sus verdaderas y espurias intenciones. En una democracia representativa tenemos el deber moral de relevar a los incompetentes, a aquellas autoridades que llegan a los cargos con la finalidad de servirse así mismos y no a la colectividad que los ha elegido.
Si en el año de 1970 los huaracinos ni siquiera pudieron opinar sobre el destino que se estaba diseñando para la ciudad, dado que el Gobierno Militar Revolucionario había liquidado las libertades ciudadanas, hoy vivimos bajo régimen democrático y de libertades que garantizan la de opinión y la libertad de oponerse a lo que nos parece un atentado a la razón, a una insensatez inaceptable como es la demolición del Hospital Víctor Ramos Guardia. Hay que abandonar el fatalismo del descontrol, la murmuración inoperante, la protesta en voz baja. Hay que salir a las calles, gritar nuestra desaprobación ante este flagrante atentado a la dignidad de nuestro patrimonio histórico.
L. Robles
Septiembre de 2009