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domingo, 26 de julio de 2009

A dos días del mensaje presidencial por el 28

Me disculpará el secretario general del Apra, Mauricio Mulder, quien califica al gobierno actual como el mejor de la historia del Perú. Me excusarán los empresarios que creen que el éxito del país se mide solo en la ‘última línea’ de resultados de la compañía. Me dispensarán los colegas deslumbrados a los que el régimen ha conquistado el corazón (o la billetera). Me perdonará, por último, el ego hinchado del presidente.

Fuente: larepublica.pe. Domingo 26 Julio, 2009

Por Augusto Álvarez Rodrich

En fin, ofrezco a todos ellos mis más sentidas disculpas por no poder coincidir, como sinceramente quisiera, pero la verdad es que, en contra de lo que ellos creen y pregonan, la segunda administración del presidente Alan García no constituye un gran gobierno; a lo más, llega a regularón.

Claro, si la comparación se hace con el primer gobierno aprista, entre 1985 y 1990, cuando hiperinflación, terrorismo y pobreza crecían sin cesar, el actual es una maravilla.

Asimismo, si la comparación se hace con la mayoría de gobiernos peruanos desde el siglo pasado, la gestión actual no sale mal parada y fácilmente podría estar en el quinto superior, debido a que existen logros innegables y muy relevantes.

El principal es el correcto aprovechamiento del momento internacional por parte de una gestión macroeconómica sobresaliente, lo cual permitió, en los primeros dos años, crecimiento importante y reducción significativa de la pobreza.

Pero la comparación relevante, la que de verdad nos debiera importar, el benchmark contra el cual medirnos, no es con el anterior gobierno aprista, ni con los otros, democráticos o golpistas, sino con los establecidos por las naciones que dieron el gran salto y pasaron la gran liga mundial del progreso.

Me refiero a países como Singapur, Taiwán, Nueva Zelanda, Irlanda o –para no ir muy lejos– a lo que Chile está cerca de alcanzar, es decir, al grupo de naciones que apostó por una transformación de fondo para concretar un cambio sustantivo en su situación actual y perspectiva futura.

Eso implica reformas estructurales del sector público y de la efectividad del gasto, en educación, salud, justicia, seguridad, infraestructura, y del sistema político para que pueda procesar con realismo y eficiencia las demandas sociales, así como de la transparencia y lucha contra la corrupción.

Es obvio que todo eso no se puede lograr en solo un lustro, pero este sí es un lapso suficiente para sentar las bases de la gran transformación requerida.

Desde esta perspectiva, y con esos referentes para la comparación, entenderán por qué creo que lo mejor que se puede decir de lo que va del segundo gobierno del doctor García es que con las justas llega a ‘regularón’ nomás.

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