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sábado, 28 de marzo de 2009

La historia de doña Julia y sus millones

PINIÓN | Sáb. 28 mar '09

Autor: Fritz Du Bois

Debió haber sido Macondo y no Bagua el destino del viaje que hizo Doña Julia desde Cajaruro para retirar, del cajero automático del Banco de la Nación, los 100 soles que mensualmente le envían. Como en todas las ocasiones anteriores, Doña Julia recurrió a la amable ayuda del guardia de la puerta del banco para que este introduzca la tarjeta y digite el retiro del efectivo. En ese momento, debe haber pensado que había ocurrido un milagro, pues vio que del cielo le habían llovido 533 millones. Ante esto solo atinó a pedir 500 soles más de lo que siempre había retirado, para luego, al igual que todos los meses anteriores, abandonar Bagua y retornar a Cajaruro. 
Fue recién en ese momento, gracias a la alerta del guardia –quien se extrañó por el extenso número que vio reflejado en la pantalla–, que el sofisticado brazo financiero del Estado, donde están depositados todos los impuestos que pagamos los peruanos, se dio cuenta del error.

 ¿Cuánto tiempo estuvo depositado un monto, equivalente al doble de lo que se retiene mensualmente por impuesto a la renta a todos los trabajadores del país, en una pequeña agencia casi rural dentro de una cuenta que solo se utilizaba una vez al mes? ¿Cuántos otros errores se han cometido sin que hayan sido detectados casualmente, gracias a la amabilidad de un guardia? ¿Qué hubiera ocurrido si Doña Julia hubiera podido usar su tarjeta sola, sin haber tenido que pedir ayuda?

Este extraño episodio, que debe ser investigado a fondo, es una muestra más de la ineficiencia de la empresa estatal. Es imposible imaginar a un banco normal cometiendo ese error, y menos por un monto de esa magnitud. En realidad, las empresas del Estado son un animal raro, no tienen accionistas de verdad exigiéndoles resultados, y su horizonte es el mismo que el del ministro a cargo; por lo tanto, es de muy corto plazo. Por otro lado, las empresas públicas, pese a que constituyen el principal grupo empresarial del país, no están sujetas a los controles del mercado que sí tiene el sector privado. Son, en suma, propiedad del gobierno de turno y no de todos los peruanos. No es sorpresa que ocurran tantos escándalos. Mientras tanto a Doña Julia, que volvió a hacer su peregrinación mensual a Bagua, la están denunciando por los 500 soles que ella debe haber pensado que venían del cielo. Pobre, si supiera que el paraíso en el Estado solo existe para los partidarios.

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