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miércoles, 27 de enero de 2010

¿Viendo todo desde el balcón?


Comentario Del Editor
El lloriqueo sobre muertos y heridos será un lloriqueo hipócrita si no se traduce en decisiones capaces de sentar verdad y autoridad, sin más demora. 
elcomercio.pe Miércoles 27 de Enero del 2010
Por: Juan Paredes Castro
Los desbordes de agua, lodo y piedras, ahora en el Cusco, ayer en Áncash y mañana en Piura, tienen en el Perú un denominador común: suelen terminar con el hábitat y la vida de mucha gente ahí donde no debieron estar nunca.
Pedro Olaechea, presidente de la Sociedad Nacional de Industrias y experimentado viajero por el interior del país, se preguntaba ayer, viendo las imágenes televisivas de un poblado casi borrado del mapa: “¿No es que ahí estuvo el río?”.
¡Claro que ahí estuvo el río y claro que estuvo desde siempre!
Hay una informalidad política, social y cultural, quizás podrida, que sirve de mala entraña a estas monstruosidades no de la naturaleza (a la que siempre se le echa la culpa), sino de la vida misma (que no parece ser estimada por quienes la encarnan ni por quienes deberían defenderla).
Nadie elegiría negligentemente para vivir en las riberas de un río o en el viejo cauce de un aluvión si no contara con la autorización política o administrativa de un municipio, de una región o finalmente del Gobierno.
Hay, pues, responsabilidades por asumir en medio de esta desgracia. Pero aun es más importante reclamarlas de aquí en adelante. Es cierto que hay un arraigo muy fuerte de la gente por lo que considera su tierra, pero no hay peor arraigo que aquel que va contra su vida. Es más: ¿arraigo por qué tierra? ¿Por la cuenca que invadió o la recibió del municipio o la compró de algún traficante de lotes?
Hoy lloramos por lo que la tierra se tragó o por lo que el agua se llevó. Nadie se lamenta por las decisiones políticas que se tomaron y por las que todavía se toman, avalando urbanizaciones, zonificaciones, licencias de construcción y, lo que es escandaloso: ¡la expedición de títulos de propiedad! ¿Dónde? ¡Donde la muerte acecha día y noche, mientras hombres, mujeres y niños creen o les han hecho creer que son inmortales!
Cuánto nos alegraría saber que desde mañana mismo ya nadie podría ser autorizado a habitar en quebradas y cuencas.
El lloriqueo sobre muertos y heridos será un lloriqueo hipócrita si no se traduce en decisiones capaces de sentar verdad y autoridad, sin más demora.
El lloriqueo sobre muertos y heridos será un lloriqueo hipócrita si no se traduce en decisiones capaces de sentar verdad y autoridad, sin más demora

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