"//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js">

BUSCADOR TEMATICO o AVISOS CLASIFICADOS

Búsqueda personalizada

viernes, 20 de noviembre de 2009

Seguridad y corrupción

RINCÓN DEL AUTOR

Fuente: elcomercio.pe

Por: Jaime de Althaus Guarderas

No cabe duda de que a Chile le resulta más fácil espiar al Perú que el Perú a Chile, pues la compra de un traidor no es sino una forma de corrupción agravada, y según el índice mundial de corrupción elaborado por Transparencia Internacional, mientras Chile (6,7 puntos) está bastante por encima de la media (5 puntos), el Perú está bastante por debajo (3,6 puntos). Así, mientras Chile está en el puesto 25 de 180 países, el Perú está en el puesto 75. El que estemos mejor que México, Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Venezuela (que está en el puesto 162), no es consuelo, pues nos medimos con el vecino del sur. La corrupción en un país tiende a bajar en la medida en que se profundizan la economía de mercado y la democracia. No cabe duda, por ejemplo, de que en el primer gobierno de García la corrupción fue mucho mayor que en el actual. Los empresarios tenían que pagar para que el gobierno subiera el precio controlado o para obtener aranceles, dólares MUC, licencias de importación, créditos, etc. Una economía intervenida y controlada solo funciona con corrupción. La competencia se traslada al despacho de los funcionarios. Es lo que pasa en Venezuela.

Eso se acabó. Hoy los empresarios exigen transparencia, competencia leal, reglas claras, imparcialidad: lo opuesto a la corrupción, porque de lo contrario no tendrían garantías para invertir (aunque en el mundo de las licitaciones se haya estado practicando, precisamente, el espionaje: el caso de los “petroaudios” podría ser el punto de inflexión para erradicar esa práctica delictiva).

Pero hay un sector en el que sí se mantiene, todavía, el mercado de funcionarios. Es el Poder Judicial. Allí, con frecuencia gana el que paga más o el que paga a secas. Por eso es tan esperanzador que un grupo de 20 estudios de abogados importantes y gerencias legales de empresas estén proyectando firmar un código de ética en el que han estado trabajando con la idea de proscribir esa clase de prácticas y subir los estándares éticos. Es decir, un pacto para no sobornar. Sería extraordinario un cambio fundamental, una verdadera revolución. Si la élite peruana da el ejemplo, lo demás vendrá por añadidura.

Pues ocurre que la corrupción en el Perú es sociológica. Tiene que ver, nuevamente, con la escasa profundidad del mercado, la alta informalidad, la pobreza. Donde hay poco mercado, el Estado se convierte en un medio de movilidad ascendente, en un botín, sobre todo cuando el gobierno local, por ejemplo, tiene recursos pero no contribuyentes. La formación de burguesías contribuyentes y fiscalmente exigentes está en marcha, pero es aún incipiente.

No hay comentarios: